viernes, 17 de septiembre de 2010

Prólogo.



No es fácil soltar tecla y explicar el por qué, el objetivo de estas líneas. Quizá sean sólo un testigo, un goteo de mi ya negra alma. Sólo un goteo de la poca vida que le queda a este títere blanco y arrugado, devorando segundos, dibujando relojes... Sin agujas. Cuando se llega a estas alturas, cómo yo, queda poco más que eso. Esperar paciente a que el tiempo te corroa las venas, beber el humo que sale de su boca, sintiendo cómo poco a poco todo pesa y el cielo... El cielo tan cerca y la vida tan muerta, la muerte tan viva y el tic tac tan lento. Y sólo queda tinta... Para dibujar nuestro vuelo.

Le Phare.

El viejo picando sustancia y rellenando la pipa mientras su nieto lo miraba embobado asimilando información, cuatro excursionistas colgados de la barra y levantándose sólo para expulsar cada 5 minutos medio litro de cerveza, los cinco porretas matándose al futbolín y las cuatro amigas narrando sus últimos polvos... La Mer seguía cómo cada noche desde que había llegado a aquel lugar nacido de un escupitajo de Dios, de lo que hacía unos 3 meses. Al principio sólo iba a ser una parada, un lugar para pasar la noche y refugiarme de la tormenta, pero los escupitajos atraen a los lagartos. Y a mí, me enamoró. Era, simplemente, el sitio de aquellos para los que el mundo no tiene sitio y yo... Bueno, yo estaba demasiado perdido cómo para no engancharme cómo un cachorrillo a la madre que la noche me había regalado. Y de repente me encontré estancado allí, en La Mer, currando a jornada completa las noches y fundiéndome cajas de Winston a ritmo de pipas.

La Mer, cómo habréis imaginado, era un bar de mala muerte que a pesar de abrir sólo las noches en un pueblecillo perdido en los Pirineos siempre estaba petado. Hay algo que atrae a los perdidos a Le Phare y no sin saber por qué, me lo acabé comiendo yo. Para ir hasta allí tenías que saber dónde estaba, no había un cartel o una puerta visible, era una casa abandonada que según decía el viejo de la pipa fué habitada por Kurt Cobain después de simular su muerte en 1994 hasta el 2000, año en que creía que se acabaría el mundo y por lo cual se acabó suicidando. En fin, el viejo era un personaje especial. Cuando alguien tocaba el timbre, el camarero; es decir, yo, salía y te guiaba por un pasillo oscuro iluminado sólo por un par de velas en los laterales que finalizaba con unas escaleras en caracol que bajaban al sótano. El sótano estaba habilitado con una barra improvisada a partir de un par de estanterías tumbadas y repletas de todos los alcoholes habidos y por haber, mesas de todos los tipos y sofás viejos en los que la gente solía apalancarse hasta las tantas de la noche. El bar se dividía en tres estancias conectadas por puertas sin puerta, más comúnmente llamados agujeros en la pared. En una estaba la barra y un par de mesas y sofás, en la siguiente estaban el billar y el futbolín y en la última, más mesas y sofás. Las paredes estaban adornadas con dibujos salidos de las mentes de los borrachos y fumados que alguna vez habían pasado por allí, algún que otro cuadro con la típica imagen de Bob Marley hincando o de Robe Iniesta simulando a Jesucristo y dos guitarras, supuestamente propiedad también de Kurt Cobain, recalco... Supuestamente.

Aún era pronto, había abierto a las 00:00 y hasta la 01:00 no empezarían a llegar los perdidos habituales, tenía curiosidad por saber que nuevos personajillos se presentarían hoy. Tenía una compañera de curro que era catalana, se llamaba Paula y estaba tremenda, pero... Era lesbiana. Cosa que me jodía inmensamente ya que ella tenía la manía de olvidar que yo no era gay. Estábamos hablando de alguna paranoia cuando sonó el timbre por sexta vez en la noche y me encendí un cigarro para ir a abrir. Eran las 00:43 del 12 de Noviembre del 2007, hora, día y año que nunca olvidaré. Fue la primera vez que la vi. Fue el momento que desató todo aquello que me ha llevado a estar hoy delante de la pantalla, con los ojos cómo platos, intentando describir el por qué de todo lo que soy... De por qué hice lo que hice, de por que hago lo que hago, de lo que me queda por hacer. Fui a abrir y entonces la vi, chorreando, preciosa... Sus ojos azules me sonreían contrastando el color entre blanco y rosado de su piel, las manos en los bolsillos y los brazos pegados al cuerpo, tiritando de frío y tan perfecta. Tan hermosa. No me imagino la cara de gilipollas que se me debió quedar ante aquella aparición de ninfa contemporánea pero sí la que se me quedó después de que abriera la boca y me mostrara su voz por primera vez.

- Qué pasa Santi. Me llamo Elena.

Y allí empezó todo.

Continuará.

viernes, 20 de agosto de 2010

Vida.

Tan sólo me hace seguir la fuerza del segundo que pasa llevándome al siguiente, la dulce combustión del tiempo haciéndose añicos para volver a nacer. El amargo latir que me rodea gritando auxilio, estirando las manos, sintiéndose cerca. Sintiéndola cerca, oliendo su piel, alimentando su locura y drogándola con libertad... Sintiéndome cerca. La esperanza de un tic tac que al quemarse me acerca más a ella, lamiéndome el cuerpo, mordiéndome el alma y sintiéndonos cerca. Tan sólo me hace seguir el excitante susurro de la muerte en mis oídos, acompañada de un reloj, eterno e imparable, inservible. Llevándome lejos...

viernes, 6 de agosto de 2010

Febrero.

"La verdad es que no nací cómo en esas historias y cuentos de viejos con pipa, ni playas lejanas ni fases lunares extrañas, sólo uno más, cómo otro cualquiera y sin un destino más allá del de vivir entre todas estas mentes y almas tan distintas, tan distantes... Tan enfermas. Y sin embargo aquí estoy, ciudadano de un mundo terminal en su último paseo. Éste, querido lector, es mi legado.

Ángel, 22/2/08"

La gente cómo yo, es decir... El porcentaje masculino de nuestra amada población humana se define entre otras muchas cosas por el curioso hecho de que una parte de nuestro cuerpo se levanta poco antes de que nuestro consciente releve al subconsciente por la mañana. Es en parte un privilegio y en parte una putada porque yo, aquel 23 de febrero del 2010 me levanté considerablemente resacoso y empalmado, potente mezcla. Me estaba encendiendo un cigarro en el nido de amor de mi tío cuándo sonó el timbre, me levanté en calzoncillos y abrí la puerta del cuarto intentando despegar las pestañas del ojo izquierdo. Lo poco que ví antes de llegar al recibidor fué algo así cómo bragas y calzoncillos y una especie de amorfo ser formado por lo que parecían ser mi tío y su amada princesa de puticlub tirados en el sofá. Llegué al recibidor con el cigarro colgando y pegado de los labios y metí mi ojo recien liberado en la mirilla.

- ¡Abre, perra en celo colocada! - dijo un tipo delgaducho que mi ojo miope no acababa de reconocer entrando en la casa con lo que parecía ser una especie de instrumento musical colgado de la espalda - Llevamos una puta media hora tocándote...
- ¿Hay más? - dije con una voz lastimera que la resaca camuflaba poniéndole el color de un Kutxi Romero recién levantado - ¡Ostia, Sanses! ¡Sanses! Mi tío está en bolas ahí en medio.
- Tranquilo, que sólo me pones tú - dijo mientras entraba seguido de una camada de 4 personas mucho más acabadas que yo que formaban lo que llamábamos la Pipa, un amago de grupo musical con muchas ganas y poco futuro.

Ese Martes quise pegarme un tiro, ya fuera por que habían pasado dos ninfas por delante mío en calzoncillos con Charlie en todo su esplendor y tan siquiera me miraron o por que el último que entró en la casa fue un colgado con gafas de culo de vaso y un cartón en la boca que me saludó dándole un cariñoso mimo a mi pequeño. Saqué a mi tío y a su princesa del sofá a la vez que me preparaba un café que sólo yo soy capaz de ingerir y abría las ventanas para menguar el efecto submarino en el que poco a poco se convertía el comedor-cuarto de baño de mi casa por obra de los queridísimos miembros de La Pipa.

- A ver colegas... ¿Se puede saber por qué coño me levantais a estas horas? - dije observando al Pepet, el tipo delgaducho del bajo colgando.
- Es martes cacho imbécil - me dijo con su actitud borde que tanto me hacía quererle - A ver si adivinas... ¿Que hay los martes?
- No sé que hay los martes pero ayer por culpa tuya llegué a mi casa flotando - le reproché recordando el último chupito de la noche y su carilla riendo.
- Bueno, quien dice culpa suya dice por culpa del duendecillo que perseguías ayer - dijo Lu, una de las ninfas que habían hecho caso omiso a mi preciosidad y que en ese preciso instante se partían en mi cara con el resto del grupo.
- Iros todos a tomar por culo... - dije haciéndome el ofendido yendo a buscar la guitarra.

A veces las personas tendemos a complicarnos la vida para hacer más interesante la mediocridad de nuestro día a día, nos montamos aventuras que no existen y fantaseamos con amores y drogas inventadas. Es triste la realidad y por eso la deformamos, supongo que aquello era lo que nos llevaba a reunirnos cada martes y jueves para tocar, para darle algo de color a nuestras vidillas en despegue, algo de esperanza...

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lunes, 7 de junio de 2010

El telón nunca cae del todo.


El telón nunca cae del todo. Hoy me han preguntado que era el teatro para mí, jodidísima pregunta imposible de responder y aún así respuesta en 3 minutos. Hace unos tres años mi respuesta hubiera sido algo así cómo: ''el teatro son cuatro mataos encima de un escenario (o no) intentando hacer reir y/o llorar a un público muy cabrón, en el cual me incluyo''. Hoy por hoy, a medio camino entre el niñatismo y la madurez, creo que soy capaz de responder con palabras bonitas y perladas a esa pregunta, aunque prefiero dejar la interpretación para otro momento.

El telón nunca cae del todo, y es ahí, en ese espacio entre los focos y el suelo, donde se gesta el teatro. Alimentándose en el útero del alma, minando nuestra mente... Haciéndonos crecer. ¿Que qué es para mí el teatro? Una via de escape que canaliza mi ego y le da forma. Algo capaz de mostrar al mundo lo que no se ve,
un placer cercano al éxtasis, casi una droga... Un sueño, mitad puta, mitad sirena; que me haze el amor y se va, dejándome a medias. Y yo cómo un perro que mueve la cola y responde a su voz, lo sigo.

Cómo dijo el viejo: el arte es el violín con el que nuestra mente, fumándose un cigarrillo, nubla la realidad y la vuelve a pintar, inventándose el cielo, dibujando el aire... Musicando el silencio que cómo una nana adormece al mundo.

El teatro para mí es, en definitiva, vida; cerda o no, entre cubos de basura o en una mansión inmensa, sencillamente... Me la pela. Vida por que siento el jodido tic tac del pecho y por una vez no habrá Diós que me pare. Vida por que aletea en su contratiempo, por que le da sentido, por que corrompe mi mente y me enseña a caminar. Vida por que el telón nunca cae del todo, y es ahí, en ese espacio entre los focos y el suelo, donde nazco, crezco y quisiera morir, haciéndola sonar.